martes, 14 de junio de 2011

Nueve estancias de mi cuerpo (el espejo y la fuga)

I

Los átomos cayeron en el lugar preciso, frente al espejo.

 

II

La partículas formaron pies de plomo algodonado, para hundirme en los ríos si es necesario, o acompañar a una nube perdida, si se requiere. A veces eso es complicado: quedarme a la mitad, entre el mar y el cielo, flotando ahí con los pájaros que se burlan de mi estancia en el limbo físico que descansa suspendido en el espacio entre lo azul y lo azul.


III

Cayeron los átomos en mis piernas que a fuerza de tormenta y de caricia y de suspiro se hicieron de agapandos; son pequeñas pero siguen dando pasos para alcanzar el horizonte, las utopías que se agarran de las orillas del horizonte, para que salga yo corriendo tras ellas y dé vueltas al mundo y gire y vuelva al mismo lugar siendo distinta, como mis piernas.


IV

Cayeron las moléculas orgánicas necesarias para hacerme un vientre ansioso, de vida, de poema, de deseos montados en corcel de luciérnagas, en papalote nocturno amarrado a la espalda de esa mujer en el espejo, de la ficción que refleja la narración de esta piel y esconde un misterio genético en su alma.


V

Se derramaron las sustancias primarias que formaron mi pecho volcánico; mis costillas, que pudieron ser prestadas, pero son propias, por fortuna (a mí que no me cuenten cualquier otra versión de esa historia). Las hicieron paralelas, las hicieron jaula para mis ansias: suficientemente separadas para que burlen al velador nocturno y se escapen a visitar las órbitas de las estrellas vecinas, a plantarles besos a los lunares del universo.



VI

Luego siguieron lloviendo los átomos alados, me hicieron cuello y rostro (ése que habla, a veces, desde una isla perdida), me llovieron las ideas; tejieron mis cabellos con hilos de linternas, de faros perdidos en los terrenos impensables de las mareas muertas.


VII

Se esmeraron con esa parte de la proyección ficticia, la que intenta venderme el cristal que miro con los ojos, ésos que también me diseñaron las mariposas que dictan la secuencia proteínica de mi existencia. Se esmeraron porque todo se complica y no entiendo por completo la ilusión óptica que soy, ni la que es mi cuerpo, ni la que fue mi cuerpo hace un segundo, y hace un segundo, y hace un segundo.



VII

Los átomos cayeron en el lugar preciso, un día, y heme aquí, sin saber a quién echarle la culpa, darle palmaditas en la espalda o pedir los planos para encontrar el camino hacia la salida.


IX

Quisiera dejar mi cuerpo en compañía del espejo e irme a pasear sola, con mis cabellos, montada en una flecha transparente que apunte al corazón de algún vagabundo loco, de ésos que mueven las manos, tratando de asir a los ángeles que se les atraviesan.


No hay comentarios:

Publicar un comentario