jueves, 6 de marzo de 2014

Quién (Para Panero, en un día triste)

Quién me dirá por las noches,
cuando tengo la mirada bien cerrada,
que no estoy soñando con otra de tantas locuras,
sino con la tuya misma,
con la nuestra,
como hace un loco.

Quién danzará aferrado al terror de mis ojos,
de la nieve que cae aún sobre mi cuerpo,
porque la noche es tan fría
que han de temblar los versos para no morirse.

Quién va a ensuciar mi alma
buscando mi sexo y no sólo,
si no eres tú,
con tus palabras broncas,
si no derramas todo el barro de la vida
sobre mi existencia de marchitos agapandos.

Quién ha de absolvernos del pecado de estar vivos
y sabernos locos
y mentirles a los niños en la calle,
todo el tiempo,
sin ti ahora caminando en las banquetas
de una España que se muere más de prisa
ya sin tu voz atropellada y sin pulso,
y así el mundo que también ha de morirse.

Quién si no tú ha sido vencedor de la piedra desnuda,
triunfante ante la garra y las raíces de la tierra
que no te dejaban ir
porque qué haríamos los otros
sin tu incandescencia lúcida
y tus camisas desgastadas.

Quién dejará ahora las ridículas colillas
tiradas donde sea,
trozos de verdad que ellos tildan de desquicie,
para el tropiezo de un recuerdo vagabundo
de otros tiempos más malditos
que hoy parecen terciopelo engalanado.

Y nos quedaremos día tras día, Panero,
esperando para que venga el ciervo,
azul como el poema,
a que sea la nada nuestro último epitafio,
la belleza única del suicidio,
única rosa, única flor,
rosa cúbica de la página
para que el hombre descubra
que no es un hombre.