miércoles, 6 de octubre de 2010

qué jodido está esto

.
.
el mundo se cae a pedazos hoy
aquí y ahora
.
el alma del hombre tiene miedo
la mujer y su huella son invisibles
la mierda se multiplica segundo a segundo
en todos lados
.
nos ahogamos
.
camino sin suelo
sueño con nada
.
pocos con todo
todos con nada
.
cómo llegamos aquí
qué día nos perdimos
.
parece verdad la mentira
que tienes entre los dientes
entre los pliegues culpables
de tu conciencia
que dice
que aquí no ha pasado nada
.
me duelen los ojos del hígado
que resiente sus ausencias
.
me pudren
los que ayer estaban
y hoy
no
.
qué jodido está esto
.
niños con sed
manos con balas
llantos sin voz
diablos sin cara
.
el mundo se cae a pedazos hoy
y no hay quién los recoja mañana
.
.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

un amor verdeazulado en verso





somos

yo mar
tú cielo

me abrazas
te reflejo


nuestro amor está aquí en el horizonte
en el nido infinito de un ataredecer que arde
que quema nuestras pieles azules
nuestras ganas desnudas de alcanzarnos
en el imposible contacto de dos líneas paralelas

nuestros besos se quedan
en el amanecer dorado de todos los días
en el momento exacto de la aparición de un sol
celoso de nuestras caricias
de la complicidad de nuestros límites
de nuestros múltiples secretos
encerrados en una esfera gris y suave
que nos pinta verdes
y callados


somos

tú viento
yo marea

me rozas
te deseo

miércoles, 25 de agosto de 2010

02/07/10 - - 23:07

La voz de la noche es un hilo,
un hilo que borda el silencio de mil colores,
de formas saladas y agridulces.

Los círculos concéntricos
que desnudan la piel de Burdeos
que se me ha grabado en las pupilas,
desaparecen contentos.

Te siento aquí dentro,
en el aire perplejo
de esta oscuridad cansada y ruidosa.

Descansa, amor mío;
mañana el sol traerá buenas nuevas:

las flores nacen,
los ríos caminan,

las almas crecen.

lunes, 9 de agosto de 2010

30/06/10 - - 23:16

Venus anduvo conmigo todo el camino,
ahí colgada del cielo,
prendida del techo.

Me cantaba versos de antiguas galaxias,
de noches amargas,
de amantes lunares
y de estrellas rotas
en tiempos de soledad infinita.

Alumbraba el sendero cansado de mi memoria,
los adoquines olvidados,
las calles de Madrid que tejen mi último año
y nuestro íntimo amor.

Acampaba en el fondo de un mar celeste,
esquivando medusas de algodón,
rayos ahogados de sol
y lágrimas nocturnas
que le quitan su sabor a fruta madura.

Hoy Venus va sola como yo.

Va con todos los ojos del mundo
cubriéndola de besos,
envidiando su fulgor.

jueves, 27 de mayo de 2010

Intentos de iluminación en 17 sílabas


Contentamiento:
cierra los ojos, vive,
respira. Siente.


Meditando así,
las flores y los sueños
los pinta Monet.


En flor de loto,
el infinito nace,
emana de mí.


Mientas exhalo,
sigue el mundo girando.
Se tiñe de paz.


Abro el corazón:
tristeza compasiva,
llanto de color.
.

Patas de tigre,
que cuidan mi mente, dan
luz a mis pasos.


Suave, despacio,
con la fuerza del gran sol
que tienes en ti.


Descubriendo mi
camino, mi esperanza:
todo hacia dentro.


Tierra desnuda
que contiene mi aliento,
protege mi alma.


Sabia postura:
sentada en el cojín,
conociéndome.


Vibra mi esencia.
La voz del maestro que
siembra el silencio.


Aquí, ahora:
magia, en movimiento.
No te la pierdas.


Descansa la mente.
Libera la dicha, de
tu respiración.

lunes, 17 de mayo de 2010

Jaime Sabines


Nunca lo conocí. Cuando él murió yo tenía once años y aún no había leído sus versos dorados. A veces me pregunto qué hay en ese hombre que me hace amarlo tanto, por qué me aferro a sus deliciosas palabras con tal magnetismo, cómo es que sus poemas se me meten hasta el último rincón del espíritu.


Con orgullo y con un tremendo amor inexplicable, lo he descubierto escondido entre mis propios versos y también con él he encontrado muchas respuestas. Será porque fue paisano de uno de los hombres más importantes de mi vida: mi abuelo, chiapaneco como Sabines.


Un día, hace mucho tiempo nació un hombre en Líbano. Después de algunos años, siendo aún un niño, emigró a Cuba junto con sus padres y sus hermanos. Nadie sabe si Julio fue seducido por el amor, por la revolución o por el Destino que no da tregua, pero en 1914, con menos de quince años encima, partió a tierras mexicanas. Ahí conoció a la madre de sus tres hijos, Juan, Jorge y Jaime. Luz Gutiérrez era hija del gobernador, Joaquín Miguel Gutiérrez, en cuyo honor la capital chiapaneca lleva su apellido.


Jaime nació a este mundo después de largos viajes, eternas travesías –hasta otras vidas–, en las que probablemente coleccionó letras, y conoció hombres y mujeres paradisíacos: simples mortales que ahora dejan huellas desnudas en sus libros, en los amores poetizados por la pluma colmada de vida de mi querido Sabines. Esto ocurrió un día veinticinco de marzo en el lejano 1926. Tuxtla Gutiérrez albergó, no sólo sus primeros balbuceos de bebé, sino también muchos pedazos de su existencia, sus recuerdos, sus pasiones y sus selvas.


El niño que antaño jugaba canicas, lanzaba el trompo hilvanando nubes y anotaba canastas en el patio de la escuela, se convirtió después en estudiante de medicina, literato, poeta, ensayista, diputado, político y adorador de la vida misma. Trenzador de sueños, escultor de versos y prosemas. Jaime Sabines es luz cuando uno está lleno de vacío y oscuridad. Para mí, eso resulta innegable.


Empezó, como muchos, iluminando el mundo con sus poemas, que él mismo describe como principiantes, en el periódico de su preparatoria que se llamó El Estudiante. Para 1945 su corazón ya le dictaba con fuerza el deseo indomable de la creación. Sabines quería inventar nuevas medicinas, por lo que viajó a la Ciudad de México y sí, estudió medicina. El sufrimiento humano afirmó al poeta que maduraba dentro de él. Al poco tiempo se dio cuenta de que más que en los tratados anatómicos y disertaciones científicas, su verdadero ser, su trinchera, su poder, estaba en las letras.


Estudió Lengua y Literatura Española en la Universidad Nacional. Ya en las aulas empezó a tejer amistades y vivencias con personas como Sergio Galindo, Rosario Castellanos, Dolores Castro y Sergio Magaña. Hubo tertulias frecuentes en las que discutían sus textos, pensaban y dejaban volar sus voces; Jaime conoció en este tiempo a Pita Amor, a Juan José Arreola, a Guadalupe Dueñas y a su admirado Juan Rulfo. A pesar de todos estos encuentros, Sabines afirmaba que “el hombre está solo; la poesía es un puente que se tiende de una soledad a otra”.


Son Horal, La Señal, Adán y Eva, Tarumba, Diario semanario, Yuria, Maltiempo y Poemas rescatados, sólo algunos de los libros que marcaron su trayectoria como uno de los más queridos poetas mexicanos. Sabines supo, con una sabiduría pródiga y una sencillez envidiable, verter la Vida en sus páginas blancas: la luna que se puede tomar a cucharadas, el agua que germina, el jardín que la noche visita, el arroyo de la sombra, el perro soñando con gaviotas, los amorosos que se van llorando, los relojes andando hacia atrás, las rodillas de marfil al fuego, el lugar en que el aire se acaba, la espalda como una llanura en el silencio, la hoguera del amor quemado (versos prestados del poeta); y sí, finalmente también supo dejarnos el final con cantos: “la muerte, hija de puta, viene”.


Jaime también halló amor fuera de sus libros. En 1953 se casó con Josefa Rodríguez Zebadúa y con ella procreó un hijo llamado Julio, y tres hijas, Julieta, Judith y Jazmín. La fiebre de la j. A pesar de su vocación por la poesía, en su camino también tuvo que enfrentarse al oficio del comerciante en la tienda de telas El Modelo y a la vida del político mexicano como diputado federal en 1976 y en 1988, lo cual no siempre disfrutó. Pruebas suficientes son sus palabras: “Ser diputado te da poder durante tres años. Pero la vergüenza te dura toda la vida”.


Un día gris murió Julio Sabines, su padre. Este evento germinó en una obra monumental escrita en dos partes, Algo sobre la muerte del mayor Sabines. En sus palabras, “el poema es puro dolor, desgarramiento, impotencia ante la muerte”. En 1966 muere Doña Luz, y Sabines busca la paz en sus versos y sus reflexiones filosóficas, aunque concluye con que “ante la muerte el poema no existe”.


Jaime Sabines vio a la muerte de frente y durmió con ella muchos años; la enfermedad, el dolor y el cáncer se lo llevaron lejos. Treinta y cinco operaciones lo hicieron permanecer en casa. En este tiempo escribió uno de sus poemas más hermosos, Me encanta Dios. A pesar de su padecimiento, Sabines viajó muchísimo en esta época. Deleitó al mundo con sus creaciones en Tamaulipas, Monterrey, Guadalajara, Tijuana, Tuxtla Gutiérrez, Nueva York, Quebec, París y Madrid.


Sabines hubiera vivido su septuagésimo tercer aniversario, si la muerte lo hubiera esperado seis días. Pero se fue temprano. El diecinueve de marzo de 1999, con su esposa, sus hijos y las plegarias de sus amigos y lectores, junto a su lecho, Jaime murió.


Nos quedan muchas cosas del buen Sabines; nos quedan sus versos, por sobre todas ellas. A mí me quedan otras tantas. Con él aprendí a hacer homenajes versados a hombres perfectos, a hombres que extrañamos tanto que duele el corazón a diario por su ausencia; aprendí a llorar y a reír en compañía de un poema maravilloso, de su astuto poeta; he aprendido que al amor se le puede reprochar todo el dolor del mundo, pero también se le agradece, toda su grandeza, todo su calor.


“Más que una vocación, la poesía es un destino”. Es también el Destino el que pone en la Tierra grandes hombres. Es también Él, con sus laberintos, el que ha dejado caer la página noventa y cuatro de ese libro sobre mis manos, sobre mis ojos abiertos:





Quiero hablar de ti a todas horas
en un congreso de sordos,
enseñar tu retrato a todos los ciegos que encuentre.
Quiero darte a nadie
para que vuelvas a mí sin haberte ido.



Jaime Sabines

martes, 4 de mayo de 2010

De hombres y hombres

El cielo me mira con ojos extraños.
Me desconoce, o eso pretende.

Yo haría lo mismo.

Desconoce también a ese hombre
y a las miradas grises de aquella mujer.

¿De dónde sale tanta tristeza?
¿Dónde se guarda? ¿Dónde se acaba?

Me desgarran el alma (y la del cielo)
sus ojos negros de ayer,
sus sombras largas de hoy,
su hambre de todos los días.

¿De dónde salen tantas banquetas
que albergan sus noches?
¿Qué para ellos no hay luna?

Se corta la luz en pedacitos y se reparte.
Para ellos: penumbra.
Se me encoje la vida de sentirlos tan lejanos,
no siendo kilómetros los que hacen distancia.

¿Quién derramó tanta injusticia?
¿A quién se le salió de las manos?
Que vuelva por ella…

Mi alma se queda vacía,
también su plato y también su fe.
Todos nos quedamos perplejos.

Ya no es cuánto queda,
sino cuánto falta.

¿Quién osa quitarles tantas sonrisas?
¿Para qué las quiere?

Y veo otro hombre,
aquel de mirada indiferente,
bolsillos llenos de tristes ausencias.
Y me pregunto si el cielo lo conoce,
y lo dudo.

Y miro su cara oscura, su alma borrosa,
su corazón descompuesto.
Y me mira y él también me desconoce,
o eso pretende.

¿De dónde salen tantos hombres así?
¿A quién se le escaparon de las manos?
Sería preferible que vuelva por ellos.
No los queremos aquí.

jueves, 8 de abril de 2010

Haikus recién horneados...





Jueves con sol, con
lágrimas pintadas de
Madrid, de historia.


Hegel y el pasto,
sin calcetines, solos.
Labios con labios.


Ser, estar, fue y es.
Sentido, sinsentido.
Conciencia sutil.


Llega la Vida,
nos pide una entrevista:
decimos que sí.


Papel de baño,
viajes místicos a India.
Sueños sin cumplir.


Cultivas amor,
ositos en mi mente:
gracias por venir.

lunes, 15 de marzo de 2010

Emilia Chain

I

planta y tacón
golpe, atrás y adelante

por soleá


II

seis cuerdas embriagadas
de nostalgia y duelo

seis trazos tensos, pensativos
soberbios, cansinos

te miran


III

tus manos deliciosas que desafían
al tiempo y al espacio

tus dedos de gitana
tus uñas rojas que enamoran y cantan
tu baile de lunares escondidos

la fuerza de tu nombre en la madera
henchida de tenerte toda
de alumbrarte a ciegas


IV

me llenas por bulerías
me lloras por tangos

me matas con una seguiriya venenosa
que me atraviesa el alma flamenca
y rota


V

báilame despacio
con tus plantas divinas

róbame un compás de mi corazón herido
dame una nota, una flor
un gemido siquiera


VI

mis palmas te abrazan tranquilas
calladas

con todo el clamor del mundo
metido entre mis dedos
metido en mi sangre de arena y sol
de tardes de Sevilla
de verte en el reflejo de la luna encantada
que traes puesta en el pecho


VII

derrites el tiempo con tu danza
con tu brío flamenco
con tu mirada
que llevo conmigo
a donde voy


VIII

jamás calles tus pies
farruca linda

lleva tu escobilla contigo
andando el camino espinado
los senderos de alba y rosas
para tus pasos dorados


IX

deja que tus ojos nos llenen el firmamento de luz
con fantasías construidas para tablao

para noche desnuda
para un amante solitario y triste
para la lágrima de un cielo
cuajado de soles
de soledades


X

camina, bonita mía
siempre con los ojos hacia lo alto
las piernas fuertes, el ombligo adentro
y la risa entera colgada
en tu cara de muñeca
en tu sueño de sirena
y en tu voz


XI

flamenquita de plata y perla
bailaora de mi alma

ve calma, ve quieta
rompiendo olas con tus tacones
envolviendo mariposas con tu falda


XII

planta y tacón
golpe, atrás y adelante


XIII

no te nos mueras nunca
Yamila querida

nunca nos dejes
sin tu calor



12 de marzo de 2010

miércoles, 3 de marzo de 2010

Cómo empieza o termina una historia de amor...

1

Cuando una mujer mira a un hombre a los ojos, lo deshace.


2

Tres maletas y un sueño son mis únicos acompañantes. El barco zarpó ayer a las seis y media de la tarde con el sol poniente marcando el pasado que dejé flotando en la orilla del mar de Veracruz. Un solo nombre queda escrito con mi voz en el cielo enlunado: María.

España me espera con caminos sinceros, con el corazón despierto. Unos cuantos días, después de toda una vida, me separan del viejo mundo, de una vida nueva. Me alejan de todo, me acercan a ti. Tu rostro etéreo me quema el alma que se hiela de un olvido involuntario, inconsciente y brutal. Tus ojos de fuego penetran mis más íntimos deseos. Después de cincuenta y dos años de buscarte sin tregua, te encuentro. Al fin.

Andrés



jueves, 18 de febrero de 2010

Notre Dame vestida de luna

Gracias por una noche perfecta en compañía de Vivaldi, con la panza llena de lasagna, besos en los ojos y un amor digno de las calles de París; gracias por su fotografía. Te amo.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Té con miel y limón: invocando al calor


Congestión nasal, invierno en Madrid. Estornudar un par de veces más, antes de morir enterrada en una pila interminable de pañuelos moquientos. Tos, tos, tos, jarabe. El frío no está hecho para la gente gripienta, o viceversa. Creo que yo ni sana ni enferma quiero al frío. Ni loca ni cuerda. Dicen todos que es mejor porque te tapas, más y más capas y caput, solucionado. No me lo creo. Mentira gorda, cantante y sonante. Extraño ver mi piel bajo tantas capas de ropa. Me siento cebolla. Sí, consuelo de tontos, se asoma el sol a veces, pero los termómetros lo desmienten con sus signos negativos o sus números pequeños. No es fácil engañarme: entonces ¿a qué se deben las bufandas, los abrigos y los guantes? Anhelo los trajes de baño, los brazos desnudos de las mujeres por la calle, los dedos de los pies que respiran libres en sus sandalias, los cuellos liberados de cadenas de estambre, lana o cachemir.

Calor: te invoco.

martes, 9 de febrero de 2010

tierra de nadie


I


un hombre con ventanas en los ojos
cristales rotos en sus pupilas

llorando años
espejos
y canas

un hombre sin labios


II

caminos de piel y piel de tierra
de huellas empolvadas
y derrotas secas

de vestigios duros
tristes

de savias extintas
y muertas


III

desapareces

sin voces de fiesta
sin llantos
sin nada


IV

constelaciones impenetrables
en tu rostro de plata

cuánto quisiera besarlas
seguirlas
velarlas


V

eres mi faro

y mi eclipse
a mitad de jornada


VI

no sufras más

mejor dime qué dicen
tus ojos de luna
Teresa

tus ojos castaños
cargados de nubes
de sombras
de llamas

llenos de ventanas de sol
y llenos de agua

tus dulces silencios
tus pecas amargas

dime qué dicen
las manchas blancas
de tu alma quemada

sábado, 2 de enero de 2010

¡Cuidado!


Rituales. Rituales gastronómicos, lingüísticos, dudosos. Doce uvas a las doce de la noche; las cambiamos por pedazos de fresas celestiales estilo Beatles. Descansar, fiestear, salir de paseo; lo cambiamos por una limpieza profunda de la casa y del año pasado, aspirar, barrer, trapear, sacudir y estornudar memorias. Grandes mesas, largas como espaguetis, llenas de pavos y voces que rascan el cielo; las cambiamos por una mesa de cuatro con cuatro invitados y unas albóndigas, un arroz blanco y unas papas al horno, voces dulces y sonrisas.

Igualmente, tengo mis dudas. Masticas una uva (una fresa), un deseo. Dos uvas (dos fresas), dos deseos. Tres uvas (tres fresas), tres deseos. Y así hasta la docena. ¿Qué tantos se cumplen? ¿Qué tantos se olvidan? ¿Qué caso tiene ansiar tantas cosas?

Me pregunto el 2 de enero si seré yo, o mis doce deseos, o el destino, como quiera que se llame, lo que determine el transcurso de los 363 días que quedan a este año gregoriano.

Yo deseo reencontrarme conmigo misma, reconciliarme con mi alma y con mi espíritu. Yo deseo amar profundamente, lo más que pueda, a los que más pueda. Yo deseo que haya salud, abundancia, felicidad, paciencia, tranquilidad, pasión y amor en mi vida y en las vidas de los que siento más cerca, más dentro. Yo deseo tantas cosas, como seguramente deseamos todos.

Nada se pierde deseando, eso es seguro.

Sea yo, o los doce deseos, o sea el destino azaroso lo que siembre para cosechar futuro, lo que edifique nuestro porvenir, deseo que este año que comienza por su primero de enero y termina por su treinta y uno de diciembre, esté lleno de deseos en las vidas de todos los seres humanos.

¿Qué sería la vida sin deseos de vez en cuando, de repente?

Sólo hay que tener cuidado.

Cuidado.

Porque como dijo Henry F. Amiel: el destino puede seguir dos caminos para causar nuestra ruina: rehusarnos el cumplimiento de nuestros deseos y cumplirlos plenamente.