viernes, 10 de febrero de 2012

Contextos fuera III



[Cuando uno está en la Roma, las cosas más extrañas se suceden y, si son imputables a las pupilas dilatadas, resulta dudoso. Muy dudoso.]


A. En su lienzo las cosas son rojas: las ondas, las partículas, las bruscas pinceladas sobre el lino de la tarde; son lágrimas escarlatas que se derraman sin paciencia (la nariz del payaso, la sangre, incluso la pintura).

B. El suéter se teje de rojo (no de hilo, no de estambre, no de un trozo de vida inescrutable); esto es rojo en fantasía táctil.

C. El rojo, entonces, es perspectiva en alta definición, fotograma ampliado al mil por ciento (infinito viable en una consecución de reflejos pixeleados).  

D. Aun los calcetines de los niños que juegan a ser parte de un paisaje indefinido, deben ser rojos para cumplir con los requisitos del camuflaje.

E. Y es que lo que hace que el ojo vea, no es el ojo en sí, no es siquiera la pupila; es el rojo, la vena, la electricidad grana que lo abre y lo cierra con empeño, por manía.

F. Lo que no es abiertamente rojo, también es rojo, por su ausencia.

G. Las alas de los ángeles se encelan, es cierto.

H. El ardor del mundo (bermellón rugido ensimismado) tiene sentido cromático, de pronto: sentido, dirección, meta, caos. Siempre rojo en movimiento.

I. Los caparazones de los hongos concentran la carmín tristeza de estar vivos, tan de cerca, a cuentagotas; porque la falta (de algún modo incontrolable) se desgarra, y los jirones son rojos y también se incendian.

J. El rayo que nace de la nube es rojo (aunque no lo parezca); es en sus potencialidades rojo, en su envolvencia rojo, en su llenarnos del todo que somos y eres y todo, es rojo, indiscutiblemente.

K. Un juego de lotería se encandila por las posibilidades que ofrece la noche de ser noche. Las fichas rojas, los cometas, las distancias.

L. Damos paso a los demonios y las letras que nos narran, poco a poco.

M. Un ladrido rojo que contiene el cuadro veintisiete, se escapa.

N. La fatal caja de Pandora pestañea.

O. Y aquello que no es se define por su falta de rojo (incluso el As bajo la manga del titiritero, incluso tu mirada que destantea).

P. Existe: el cable rojo que desactiva la bomba o que nos hace estallar en mil pedazos, desde dentro (todo es cuestión de tijeras).

Q. La corbata que termina por ahorcarnos.

R. A estas alturas, el rojo (la concepción del mundo) es suficiente: la realidad monocromática que atraviesa los dedos que la aprehenden.

S. Inclusive la poesía (el verso rojo que no acaba nunca de escribirse) nos tiñe de granate las entrañas.

T. Concluimos que es justo lo contrario lo que nos cubre, lo que nos ciega. Podríamos detenernos, pero caminamos.

U. Y llega: la luz violácea que lanza el poeta en contraataque.

V. El rebelde de las letras purpúreas arranca las sábanas y con ellas los muertos que nos despiertan por la mañana; los fantasmas.

W. La angustia que, de tan roja (casi azul), no lo era tanto; la que nos persigue por las calles desoladas (ésas que nos salvan).

X. Los corazones que se rompen como tazas.

Y. Crash. Y el crash rojo que se quiebra en la garganta.

Z. El lenguaje rojo del artista banal contemporáneo.