Noches de bengalas, de fuegos inexplicables en el cielo, de un calor pegajoso, que asfixia el contacto entre las plantas y el aire. Noches de ésas que cambian el palpitar del giro de este mundo, porque son perfectas.
Sucede que Lucero García Flores está en este mundo desde hace un rato. Lee de manera compulsiva. Un día, hace una década, tomó la pluma y aún no ha podido soltarla. Primero, poesía; luego, cuento; y, ahora, cultiva una novela. Sus palabras ya se cristalizan en más de un par de libros, que como deben hacer los libros, viajan por el tiempo y el espacio. Las letras le adornan los sueños, casi todas las noches. Por eso ríe. Afirma, con certeza, que una de sus otras vidas transcurrió entre las paredes húmedas de una Alhambra sobre la que siempre anochece. Por eso, a veces, llora de nostalgia. Sus flores favoritas son las astromelias y, si pudiera rescatar sólo una palabra de todo el castellano, se inclinaría, seguramente, por salvar incandescente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario