De repente,
sin motivo, aparece aquí tu sombra.
El recuerdo se teje de los hilos
no vividos que nos atan.
Esa piel de
hojas que gotea.
Y lo escribes.
El sonido
del agua al caer sobre tu sombra.
El crujido.
Aquél que desconozco.
Cuando cae.
Y terminas de escribirlo.
Se derrumba
la transparencia de la gota.
Y ahí te reconozco.
La tinta
negra se derrama.
En tu sombra
transparente.
El vértigo
de la caída.
En la pluma.
El
precipicio.
El murmullo
de la gota.
De tu sombra.
El verso que
se acerca al borde de la página.
El riesgo.
Y las orillas.
La epidermis
que se escurre y moja y humedece el grito.
La sombra de tu grito amordazado.
Nuestro grito.
El crujir de
la hoja que se quiebra en la distancia.
La océana
distancia entre la hoja, y el agua, y la poesía.
Entre nuestras sombras.
Y nosotros.
La piel en
llamas.
Encendida.
La sombra de
la flama.
Incandescente.
Salva.
La gota de piel que somos, aun de
lejos.
Sin motivos
aparentes.
Sin sombra.
Suena.
El sonido de tu rastro en mis
pupilas.
El rugir de
la distancia y los ojos pardos que se rozan.
Las perlas
en las puntas de los dedos como mundos trastocados.
Tocados.
Dos.
La piel sin
tocarse se consume.
La hoja
cruje.
La furia del
cuerpo que se quiebra en pedacitos.
Al invocarte.
Y a tu sombra.
El sonido de
la furia.
El rugido.
La aparición de tu sombra sobre
el frío de la sábana que invita.
Sobre el
frío de la piel encandilada.
De mi piel encandilada.
Sobre la
necedad de la distancia.
En medio,
sólo queda el agua.
Sólo tu sombra.
Sólo queda.
Nada.
De repente, sin motivo, aparece aquí tu sombra.
ResponderEliminarIncandescente.
Me agrado.
De repente, sin motivo, aparece aquí tu sombra.
ResponderEliminarIncandescente.
Me agrado.