sábado, 27 de junio de 2009

Me pregunto...

¿De dónde nace la poesía? ¿Nace o ya estaba viva y sólo la encontramos de repente? ¿La encontramos o nos encuentra?

¿Existe el amor? ¿Dónde vive? ¿Es inútil e infantil hacerse estas preguntas?

Quién sabe. Pero es la una de la mañana y encontré un poema que escribí el quince de febrero de 2007. Leerlo me hizo preguntarme todas esas cosas.

Pasa el tiempo y también me pregunto a dónde se va. Las cosas cambian, las sonrisas son más, son diferentes. Las caricias son distintas, son más sagradas. (Tú y yo seguimos siendo lo mismo: uno.)

Así, les comparto este pedazo de sueño que escribí aquel día.


Con cada beso me construyes los espacios del alma,
amor, me iluminas con tus dedos de sol,
con tus mil estrellas aguitarradas,
con tus tantos motivos para amarme:

me haces amarte también.


¿Cuál es el truco?

¿Cómo lo haces?

¿Por qué de la simple atadura de nuestros ojos
me enciendo de ti?

¿Por qué del fuego que irradian nuestra almas
(acariciándose despacio)
se magnetizan los minutos?

¿Por qué insistimos en tocarnos
hasta con los sueños, amor?

¿No sabes?

No importa.

Sigamos dibujándonos
las manos con las manos.

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